Dos argentinas fueron a fiestas «familiares» en otra casa de Berlusconi

Silvio Berlusconi está tan preocupado por el desgaste de su liderazgo que están produciendo los escándalos de los que es protagonista, que hasta quiere vender la lujosa villa Certosa en Porto Rotondo, Cerdeña, el escenario de sus andanzas como «Papi» con decenas de chicas lindas y muy jóvenes, captadas con más de 5000 fotografías «de asalto» del reportero Antonello Zappadu.

Algunos de sus amigos quieren salvarlo pidiéndole un gesto de reconocimiento, un paso atrás. Otros, como el conocido periodista Carlo Rosella, que es alto funcionario en el grupo Mediaset, la empresa madre del imperio televisivo de Berlusconi, evoca cenas inocentes «con tantos amigos y amigos de los amigos», en los que cita incluso a dos artistas argentinas, como escribió en su edición de ayer Clarín: Lola Ponce, una prestigiosa actriz, cantante y bailarina santafesina que ganó el festival de San Remo, fue la protagonista del musical de gran éxito Notre Dame de París y ahora está por viajar a Nueva York para interpretar a María en la nueva versión de West Side Story.

Rosella quiere demostrar que en el Palacio Grazioli, donde reside Berlusconi en Roma, las noches eran en realidad familiares. Al Corriere della Sera le dijo que participó de cenas donde se come, se ríe, se canta (a Berlusconi le gusta mucho cantar) y se hacen chistes, otra especialidad de il Cavaliere. Se escucha a artistas, dijo Rosella, del nivel de Lola Ponce.

Que quede claro. Nada que ver con las chicas contratadas a 2.000 euros por noche como Patrizia D’Addario, quién contó a los fiscales de Milán que pasó una noche de sexo con Berlusconi, tras haber sido contratada en Bari.

Rosella también recordó que en una de las cenas estaba presente y actuó «una música argentina que fue perseguida por la dictadura» militar, a la que no identificó.

Villa Certosa y Palazzo Grazioli son los dos escenarios de los escándalos devastadores que han puesto contra las cuerdas a il Cavaliere, el politico más popular de Italia, que en las recientes elecciones provinciales y municipales de 6-7 de este mes obtuvo una victoria neta sobre la centroizquierda.

Hoy y mañana, con el estallido del escándalo originado en Bari, donde el empresario GiamPaolo Tarantini contrataba a las chicas lindas que iban con todo pago, servicio incluido, a las fiestas de Berlusconi, se podrá medir cuanto se ha desgastado la imagen del primer ministro, cuyo carisma de todas maneras se ha decolorado y se va descascarando.

Ayer, la chica que acompañó a Patrizia D’Addario, 42, a palazzo Grazioli, contó que «todos sabían que ella era una ‘escort’ -acompañante íntima pagada- y que pasó la noche con el primer ministro».

Barbara Monterreale, de 23 años, dijo a la prensa que ella era «una chica de imagen» y no una prostituta, y que cobra solo por participar en las fiestas. Afirmó que en otra ocasión participó de una fiesta en Villa Certosa, junto con otras veinte ragazzas que también llamaban «Papi» a Berlusconi.

Según Bárbara Il Cavaliere se portó como un caballero. Las paseó por la lujosa residencia sarda, les cantó e hizo el huésped durante horas. La chica le contó que su vida era triste, que su hija de un año y medio estaba enferma y que económicamente la pasaba muy mal. Cuando se despidió, «sin haber tenido relaciones sexuales con Papi; lo juro», Berlusconi le entregó un sobre de ayuda con diez mil euros. Un «bell gesto».

Las polémicas y revelaciones continuas tienen a mal traer al premier, quién estaría pensando en vender su lujosa villa Certosa. «Ha sido profanada, me la han violado como si hubieran entrado los ladrones», habría dicho. Berlusconi se refiere a las 5000 fotos que tomó a sus invitados el fotógrafo Antonello Zappadu.

Dicen que la situación lo obliga a un comportamiento de anciano monje para no añadir problemas en medio de la tormenta. No faltan los intelectuales amigos que creen que debe «admitir el error». «No debe negar todo, como hasta ahora. Eso no es creíble», afirma Marcello Graziani, escritor y periodista de área berlusconiana.